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LA SOMBRA

Por: Dr. J. Javier Leuchter I.

“Una densa niebla me rodea. Sostengo en mis manos una débil lámpara que amenaza con apagarse en cualquier momento. Todo depende en mantener encendida esa luz, que parpadea sin cesar. Tengo esa sensación de que algo me persigue.  Al girar descubro una enorme figura que avanza hacia mi. A pesar del terror que experimento no dejo de ser consciente que debo proteger la luz”

La gran mayoría de nosotros hemos experimentado al dormir, escenas oníricas que no podemos descifrar.

La escena anterior corresponde a un sueño que, el famoso Psiquiatra y Médico, Carl Gustav Jung, interpretó como la sombra. Su propia sombra que se proyecta por esa pequeña lámpara que emitía una luz en la niebla.

La sombra representa, según la psicología analítica de Jung, el lado obscuro de nuestra personalidad. Este concepto conforma una dualidad, que incluso utilizó Robert Louis Stevenson como inspiración para crear la clásica novela “Dr. Jeckyll y Mr. Hyde”, mucho tiempo antes que Jung desarrollara su teoría sobre la sombra como arquetipo.

Hoy, la sombra se ha apoderado de nosotros.

Estamos viviendo dentro de ella, literalmente. El miedo ha permeado globalmente y nos hemos acercado a proteger esa tintilante luz que, a su vez permite que se proyecte una gran penumbra.

Son diversas las fuerzas que coadyuvan a la formación de nuestra obscuridad. Numerosas personas, el ambiente, la sociedad constituyen un entorno complejo que propone reglas de lo que debe ser, lo moral y adecuado. Rechazamos lo que es despreciable, vergonzoso y para muchos, constituye, una forma de pecado.

Desafortunadamente no podemos percibir en forma consciente nuestra sombra que, por su naturaleza, resulta difícil de atrapar.

Solo podemos ver la penumbra indirectamente a través de los rasgos y acciones de los demás. Podemos darnos cuenta de ella, con seguridad, fuera de nosotros mismos. Por ejemplo, con la admiración o rechazo que sentimos ante una determinada cualidad o rasgo de un individuo o un grupo. Proyectamos en los demás determinadas actitudes, sentimientos o cualidades en un esfuerzo inconsciente por desterrarlas de nosotros mismos.

Nos transformamos, porque en nuestro interior deseamos obtener una recompensa que, por las reglas establecidas socialmente, no es posible practicar y de esa forma las proyectamos.

México ha vivido siempre con la esperanza de estabilidad.

Desafortunadamente las personas que ocupan el poder beben esa pócima que, los transforma, provocando que el lado tenebroso se convierta en ese personaje absurdo y aterrador.

Monstruo que devora los deseos mas deleznables y corruptos.

Lo hemos visto en todas las épocas.  Guerreros como Temuyin (mejor conocido como Gengis Kan), Napoleón Bonaparte, Hitler, Al Capone, Fidel Castro, Sadam Hussein, Muamar el Gadafi, Bin Laden, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Donald Trump.

No aprendemos de la historia.

Mucho menos de los ejemplos que constantemente percibimos en esta época. Parece que deseamos con vehemencia, creer que eso no pasará. Aunque estemos transitando hoy día con aquello que otros ya sufrieron en carne propia, y para muestra, baste ver Venezuela.

La manipulación es tal, que estamos temerosos de nuestra vida.

El hombre con ese poder que tiene utiliza su mente, no en el bien común. Más bien, para obtener más recursos e insaciablemente, más poder sobre los demás.

Somos como los virus, atacamos un cuerpo para destruirlo paulatinamente, hasta no contar con huéspedes que infectar.

Insisto, los mexicanos, de cualquier clase social, corporación, industria o negocio, no queremos a México. Los gobernantes de todos los partidos políticos, legisladores, senadores o diputados, miembros del Poder Judicial, tampoco.

Las reacciones a los movimientos que manifiestan ese hartazgo ahora son repelidas en formas agresivas y radicales.

Desde la sombra.

Es el gobierno, copiando sucesos y acciones de nuestros vecinos del norte.

Se dieron cuenta que, en esas manifestaciones civiles, no hubo quien los defendiera.

Ahora, ante lo evidente, ese grupo gubernamental se organizan para debilitar. Por medio de la fuerza, de ese monstruo devorador de la tranquilidad y creador de miedo.

Su única forma de control.

Debemos mantener un equilibrio entre la luz y la sombra.

De nada nos sirve proteger nuestra parpadeante luz si nuestros miedos, ambiciones, obsesiones y deseos de poder se proyectan en esa niebla que impide ver que hay otra realidad.

Aprendamos a controlar la sombra, somos nosotros quienes tenemos el poder de hacerlo.

Empecemos a querernos y protegemos a nuestro país.

¡Hasta la próxima!

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